Una rayita

La prisa se ha introducido como un virus de nuestro sistema operativo. Y con ella, también, la prisa por salir de la prisa. Eso es también la coca: prisa.

España no está solo entre los primeros en consumo de cocaína, sino que lidera también los rankings de países donde más ansiolíticos y antidepresivos se toman

En España los consumidores son mayoritariamente hombres. Una de las explicaciones para esta gran diferencia es que las mujeres que consumen cocaína (u otras drogas ilegales) se enfrentan a un doble estigma.

Homero canta en la Odisea a una sustancia, probablemente el opio, que, combinada con el vino (ni siquiera el policonsumo es contemporáneo), conseguía el olvido absoluto de las penas. Hoy hemos cambiado en que hemos perdido espiritualidad. Y espiritualidad no es sinónimo de religiosidad. La materialidad la ha desplazado de la vida. Vivimos en el mundo de las cosas. Ahora son las aplicaciones de los teléfonos móviles las que nos instruyen para alcanzar la espiritualidad.

el existencialismo, como las drogas, también ha existido siempre. La angustia es intrínseca al ser humano. La incertidumbre por la propia existencia, por la absurdidad del mundo, por el silencio de Dios, cada cual, según sus creencias, lo fue llevando a su terreno, de la religiosidad al ateísmo, pero manteniendo ese dolor por ser como base del pensamiento.

n a perseguirse y dejaron de consumirse, al menos públicamente. De ahí, entre otras causas, vienen las brujas y las hogueras en las que se las quemaba. En una historia milenaria, este giro es casi historia reciente. No vivimos nada nuevo, ni por consumo ni por demonizaciones. La gran diferencia hoy es que su uso se extiende por la pirámide poblacional con una intensidad y dimensión inéditas. Y

xisten evidencias de que el Homo sapiens consume drogas desde la prehistoria. Bebía hidromiel (la miel fermentada con agua, con graduación alcohólica) y conocía las plantas adormideras, de las que se extrae el opio. La cultura maya usaba el peyote y la inca la hoja de coca. En las civilizaciones grecolatinas también se consumía opio, como se han consumido durante siglos el beleño, alucinógeno, el cáñamo o la mandrágora. Como le sucede al vino. Como la marihuana.

. Hay mandriles que se dopan con plantas antes de pelear porque les da fuerza y sienten menos dolor, renos que comen hongos, gatos que mastican hojas que los atolondran. Los osos, lo saben hasta los niños pequeños, enloquecen por la miel. También esta es una droga. La naturaleza no distingue entre sustancias legales o ilegales. Se sabe que algunos animales consumen drogas, aunque no todos lo hacen ni está claro por qué, si es algo conductual o puntual, como en el caso de los búfalos de Vietnam

to. El segundo, el guiño al consumidor, al entendido, el chiste que no todos pillarán o que solo pillarán quienes pillan. La trivialización está ligada, por supuesto, al proceso de normalización. Es una realidad que existe aunque lo haga en silencio, un producto normal con unos códigos compartidos (y sin necesidad de tomarla). De coca no se habla, pero sí se hacen bromas y guiños con ella, lo que prueba que está ahí.

Con la cocaína no existe sostenibilidad ni conciencia de consumo. No importa la producción y el impacto que esta tiene, sino conseguirla. Probablemente, no solo sucede con la cocaína