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Enrique Vila-Matas,Sylvia Molloy

[Escribir] París

Escribir una ciudad es un desafío de traducción o, incluso, de invención que Sylvia Molloy y Enrique Vila-Matas resuelven con crónicas autobiográficas en que la memoria se vuelve un mapa de tradiciones situadas, historias antiguas y contemporáneas, imaginarios impropios.
El «París de Molloy» narra dos ciudades: la de una estudiante argentina que se traslada a estudiar a la Sorbona, y se esfuerza por ser francesa, en los tiempos de la segunda posguerra y la batalla argelina; y la ciudad al borde de la revolución que visitará una década después, en pleno Mayo francés, y revisitará en sucesivas ocasiones con los recuerdos de Victoria Ocampo, el Parque de Bagatelle, los paseos de «juiciosa flânerie».
«Aire de París» es la capital recorrida por Enrique Vila-Matas como huella de otras ocupaciones: las calles donde cohabitan el bar preferido de Sinclair Lewis, Ezra Pound, John Dos Passos, el taller fotográfico de Man Ray, el hotel donde Tristan Tzara pensó el Dada, y aquel en que vivió Paul Gauguin y André Breton. Pero también la plaza en la que Georges Perec cuenta “todo lo que pasaba cuando no pasaba nada”, el lugar en que Apollinaire inventa una palabra para decir “surrealismo” y donde los planos urbanos podrían ser caligramas.
55 páginas impressas
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Bookwire
Publicação original
2020
Ano da publicação
2020
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Impressões

  • Juan Eduardo Mateos Florescompartilhou uma impressãohá 3 anos
    🎯Vale a pena

  • Juan José Martín Andréscompartilhou uma impressãohá 4 anos
    👍Vale a leitura

Citações

  • Adal Cortezfez uma citaçãomês passado
    En 1917, Apollinaire se disponía a estrenar Las Tetas de Tiresias y, no sabiendo cómo adjetivar aquella obra de teatro, la calificó en el programa de mano de drama surrealista: «Cuando el hombre quiso imitar el andar, creó la rueda, que no se parece en nada a una pierna. Así hizo surrealismo sin saberlo».
  • Adal Cortezfez uma citaçãomês passado
    ¿Qué sabemos de von Horváth? Sus amigos de juventud siempre contaban que un día, paseando por los Alpes, se encontró de golpe con el esqueleto de alguien que llevaba muchos años fuera ya del mundo. Del muerto no quedaban más que unos huesos, pero a su lado había una bolsa intacta. Horváth la abrió y halló una tarjeta postal que decía: «Me lo estoy pasando bomba». Un día, los amigos de von Horváth le preguntaron qué había hecho con aquella postal. «Fui a correos y la mandé, ¿qué más podía hacer?», les dijo.
  • Adal Cortezfez uma citaçãomês passado
    Si algo no fue nunca Kafka fue profeta, pero sí tenía algo de espejo; él mismo le dijo a Gustav Janouch que se veía a veces como un espejo que se avanzaba: un espejo que tenía la capacidad, como algunos relojes, de adelantarse. No estoy hablando pues de virtudes proféticas, sino de un agudo sentido de la percepción, que es algo distinto y suele ser más habitual en los escritores que las profecías. Kafka fue seguramente el más perceptivo de los escritores del siglo pasado.

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