Consciente de esa popularidad, la retórica gubernamental mantuvo en el ámbito discursivo la relevancia de la causa palestina con propósitos más espurios que, junto a su centralidad, proyectaba la imagen de ser, poco menos, el único problema realmente importante de la región, supeditando las restantes problemáticas a su resolución. Este uso y abuso de la tragedia palestina fue moneda corriente entre una buena parte de los dirigentes políticos árabes para justificar, en el ámbito interno, la ausencia de libertades, el estado de emergencia, el inmovilismo político, el enmudecimiento y exclusión de las críticas, disidencia u oposición; y en el externo fue empleada como arma arrojadiza en la rivalidad regional por el liderazgo o la supremacía, o bien para intentar legitimar a la nueva élite política emergente ante un golpe de Estado, justificar una guerra contra otro Estado vecino o granjearse el apoyo de la ciudadanía árabe más allá de las fronteras nacionales.