Moisés no solo no encontró sepultura en la Tierra Prometida, no solo se desconoce su tumba, que se encontraba en las estepas de Moab, territorio de los enemigos de los hijos de Israel, sino que, además, la que encontró se hallaba en el valle frente a Bet-Peor, el lugar donde estaba encerrado Haron, uno de los cinco Ángeles de la Destrucción. La potencia de la salvación y la de la ruina se encontraban una al lado de la otra, y eran inalcanzables. Había quienes decían que esto era así para que el ángel de la destrucción quedase paralizado, cuando se le ocurriera «salir de las profundidades con las fauces abiertas».