Lo tragicómico es que si la mayoría de la población está haciendo esto en sus mentes, estamos alimentando a los demás de lo mismo y criando niños que se preocuparán de seguir estos parámetros. Es decir, habría un círculo vicioso, continuaríamos engendrando seres humanos con tendencia a frustrarse y a depender de las acciones y opiniones de los demás, más que del propio mundo interior, alejándonos cada vez más del sí mismo y de la espiritualidad, de nuestra verdadera esencia.
Podemos observar que la intolerancia a la frustración aparece tras expectativas que se tienen frente a algo, y si no se cumple esa expectativa, ocurre una decepción de los otros, del mundo y de sí mismo. Y después de esto, pueden aparecer síntomas de desequilibrio emocional. Lo importante es comprender que estas son expectativas rígidas, absolutis