Una de las creaciones más recientes de Sadam, finalizada después de la Guerra del Golfo, era el Museo del Líder Triunfal. Estaba situado debajo de la nueva torre del reloj de Bagdad, una estructura en forma de samovar que se elevaba en una alta espiral sobre una zona verde próxima a las Manos de la Victoria. En el interior de la torre hueca, un péndulo, inexplicablemente decorado con cuatro Kaláshnikov dorados, oscilaba lentamente sobre un suelo con incrustaciones de mármol. En torno a la base de esta cámara, siete grandes galerías alojaban la ecléctica colección de regalos recibidos en el curso de los años por Sadam de amigos, admiradores y jefes de Estado extranjeros. La primera vez que visité el museo, en 2000, la colección incluía un par de espuelas de montar de fantasía que, según las etiquetas del museo, eran un obsequio hecho en 1986 por Ronald Reagan; un surtido de guayaberas donado por Fidel Castro; un par de colmillos macizos de elefante, regalo del antiguo dictador del Chad, Hissène Habré; un reloj de oro Patek Philippe con diamantes y rubíes engastados, cortesía del sultán de Bahrein, y espadas ceremoniales regaladas por Jacques Chirac y Vladímir Zhirinovski. También había un par de granadas de mano chapadas en oro y una pistola automática a juego, calibre 45, aportadas por Muammar el Gaddafi, así como una preciosa escopeta de dos cañones y mira telescópica, regalo del jefe de los servicios de inteligencia rusos.