Esas estrategias estaban diseñadas para conseguir el cuidado de la madre y, si funcionaban, el niño se sentía seguro. Hasta aquí todo en orden. (Este sería el origen del apego seguro: «sé que si necesito cuidados los tendré; aunque me encuentre solo, acudirán a mí»). Si estas estrategias no le sirvieron para sentirse seguro, se sintió desamparado e impotente y conectó con el miedo, generándose la herida. Las estrategias que elaboró a continuación no tenían ya como propósito conseguir seguridad, sino proteger la herida. El niño no consigue sentirse seguro, pero trata de proteger el vínculo a toda costa (si me quedo solo volveré a sufrir y no podré hacer nada). Cuando está solo no confía en obtener los cuidados que necesita y puede morir, conectando con la desesperación, el vacío y la herida sufrida. En resumen, en el apego seguro el niño confía en la madre, esté o no esté; en el inseguro el niño pierde esa confianza y tiene que luchar para no quedarse solo.