En las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX en Colombia, empezó un fenómeno de modernización que implicó el paso de una visión rural a una urbana de nación. Esto demandó transformaciones y la creación de nuevos servicios para enriquecer y dinamizar esta incipiente empresa, de la que surgieron las escuelas de artes y oficios. Estas instituciones fueron creadas por comunidades religiosas a lo largo y ancho del país, a las que, por su condición doctrinaria y de servicio, se les encomendó la tarea de enfrentar lo que en su momento se denominó como “la creciente delincuencia”. Desde aquel momento se ofreció un tipo de educación cuyos acentos más sobresalientes definieron el tipo de instrucción como el de una escuela-prisión. Además, en estos lugares se transformaron los sistemas de aprendizaje, de manera que la dimensión del saber pasó de la intuición al conocimiento, a la experimentación y a la adopción de técnicas y de innovaciones.