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Roger Bartra

Territorios del terror y la otredad

  • Miguel Ángel Vidaurrefez uma citaçãohá 7 dias
    Las estampas coloniales de la melancolía nos permiten atisbar las formas concretas que adoptaba esta peculiar dialéctica entre la culpa y la melancolía. Además, como ha señalado Cristina Sacristán, la culpa permeaba profundamente las expresiones del padecimiento mental.[61]

    Por último, quiero recordar una inquietante transformación del tema de la melancolía. Su incorporación a la cultura moderna, en cierta medida gracias al romanticismo, contribuyó a establecer los mitos nacionales de la identidad. Permitió dibujar una forma moderna y colectiva de padecer los males del progreso, y con ello estimuló los sentimientos de pertenencia a una cultura nacional definida más por ausencias y carencias que por afirmaciones racionales. No debemos pasar por alto que la nostalgia melancólica que se asocia a las identidades nacionales modernas tiene su origen en las imágenes de los desgarradores estragos que producía la combustión de los humores.
  • Miguel Ángel Vidaurrefez uma citaçãohá 7 dias
    El padecimiento de la locura melancólica nos lleva a una dimensión porosa, maleable y polisémica: un espacio que se expande con desmesura y que traslapa otros territorios. Por ello, muchos de los problemas típicos de la modernidad se vinculan con la melancolía: el despotismo ilustrado, el misticismo, la soledad, la crisis de la familia, las creencias heréticas, el crimen, la vejez, los límites de la razón ilustrada… Al recorrer con la mirada las estampas melancólicas nos percatamos de que las aristas de los tiempos modernos son filosas y provocan graves heridas, y que el progreso —si es que así se puede llamar la marcha histórica hacia el fin del periodo colonial— va acompañado de inmensos sufrimientos. Y posiblemente las imágenes de la locura y de los desarreglos mentales son las que de manera más directa y dramática nos transmiten el dolor, pues a las dimensiones materiales del sufrimiento —miseria, hambre— se suman los dolores espirituales y emocionales llevados a sus extremos delirantes.
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    El hecho de proclamarse Mariano I levanta sospechas y temores, pues usa el nombre de un personaje mesiánico que los indios sublevados de Nayarit esperaban que llegase a Tepic para coronarlo el día de Reyes de ese mismo año. La sublevación es aplastada y el misterioso indio Mariano, supuesto hijo del gobernador de Tlaxcala, nunca aparece ni se sabe quién es.
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    Este juicio contra el sastre Joseph de Silva, de San Martín Texmelucan, contiene la típica duda de los inquisidores: ¿se trata de un blasfemo borracho o de un demente melancólico?
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    aquellos llamados propiamente demoniacos y que son arrastrados a la locura por una debilidad melancólica que es aprovechada por el demonio como un instrumento para poseerlos». Las mujeres, sostiene Zacchias, «pocas veces eluden la melancolía» y se sabe que «por cada hombre poseído por el demonio (a los que enumeramos en la clase de los melancólicos) hay seiscientas mujeres poseídas por el demonio […] Más aún: es cierto que la melancolía, cuando afecta a las mujeres, es mucho peor que en los hombres: su locura es más fuerte y más incurable».
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    Durante el siglo XVIII se continúa usando el manual médico-legal escrito por el médico personal del papa Inocencio X a mediados del siglo anterior. Este médico, Paolo Zacchias (1584-1659), rechaza que los melancólicos tengan afectada sólo la imaginación, sino que también su razón sufre. Zacchias acepta la tesis de Jean Wier según la cual muchos de los aparentemente poseídos por el demonio son en realidad melancólicos. No obstante, cree que el demonio se complace bañándose en el humor melancólico («Gaudet humore malancholico daemon»). En realidad, Zacchias, el primer médico que se dedica exhaustivamente a los temas legales, sigue la línea establecida por Jean Bodin contra Wier, y que acepta una diferencia entre la locura «legal» y la «médica»: un delincuente puede ser declarado «legalmente sano» aun cuando en realidad esté «médicamente loco», una tesis que deja su huella en los códigos penales modernos.
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    Siento una grave agonía

    por lograr un devaneo,

    que empieza como deseo

    y para en melancolía.[
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    María de Rivera, considerada culpable, fue quemada en estatua.[12] ¡Cuánta distancia separa el corazón sufriente de estas mujeres del bello dolor erótico al que se refiere sor Juana Inés de la Cruz en sus versos! Y sin embargo, es la misma enfermedad:
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    os desvaríos mentales. El morbo melancólico lo mismo puede crear a una hereje que a una mística, a una mentecata o a una santa.
  • Miguel Ángel Vidaurrefez uma citaçãohá 7 dias
    Sor Isabel sufre allí horrendas mortificaciones ocasionadas, cree ella, por los demonios. Debido a que en cierta ocasión no le sirvieron agua en el refectorio del convento, se le secaron «las vías de todo el cuerpo, requemáronse las cóleras con una fiebre ardiente, púsose adusta la sangre en medio de las entrañas». Es decir, se dan las típicas causas que provocan la melancolía: la combustión o adustión de los humores (en su caso el humor amarillo y la sangre) que produce la bilis negra, causa de disturbios mentales. Le sale a la monja un apostema en la parte baja de la espalda, que le dura toda la vida, vomita materias verdes malolientes, sufre calenturas y dolores de cerebro, siente angustias y rabias.
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