Existía cierta tensión en la distancia que se abría entre los clichés aún vigentes sobre las mujeres y la realidad de las experiencias, era una tensión emocionante y difícil de manejar. Incluso yo, a pesar del tiempo que llevaba reflexionando sobre ello, era tan proclive como cualquiera a esa idea de las mujeres como víctimas bondadosas e inocentes en un mundo masculino: débiles, generosas, necesitadas de salvación… Y yo era igual de débil ante la imposición de comportarse de una forma determinada (en este caso, de narrar a las mujeres de una forma determinada) para mantener esa concepción.