Era como si, a esas horas, sobre el silencio de la ciudad se hubiera elevado una interrogación mutilada y contrahecha, una pregunta aún no definida, aún no formulada, apenas una hipótesis, el ensueño de una pregunta. Una interrogación que no salía por ningún orificio y que, sin embargo, todos notaban entre los tejidos del pecho, entre costilla y costilla. Al respirar se advertía su presencia material en el diafragma.