Pues no, no queridos míos, no quemaré los años que me restan entre el orden de la Prefectura y el orden de la casa y no me apetece tener las ideas en orden, ni a palos me apetece, no quiero ser juiciosa ni tener buen gusto ni portarme como una chica equilibrada y triste con la cabeza en su sitio, ¡oh, en su sitio!, y un dolor que taladra el pecho