«Muchos beben para olvidar. Yo bebo para recordar», dice Christian Authier en Callcut con cierto aire de provocación. Creo que es una de las frases más bellas que se han escrito sobre la ebriedad. ¿Recordar qué? Probablemente no el día anterior, que aún está demasiado borroso, sino quizá más bien la vida pasada, que tendemos a rememorar más amable de lo que en realidad fue. Pero también a aquellos con los que bebimos y que desaparecieron en el sinfín de encuentros y amistades de una noche. La ebriedad llena los silencios, a veces demasiado largos, que nos han separado. Les da una textura y un sabor particulares, un sonido, incluso, esa melodía inquietante del jamais plus, que tan bien cantó Aznavour en Désormais.