Que yo sepa, no existe ningún mal al que no se pueda aplicar la ebriedad como remedio: el trabajo, el aburrimiento, el viaje, la ruptura de una relación amorosa, la canícula, el frío, el hambre, la desorientación… Da al obrero su ímpetu en el tajo, al intelectual sus destellos, al viaje una posibilidad de aventura, al amor un resplandor, al sexo una evidencia, a la pena una solemnidad, al remordimiento una distracción