Carmen conocía todos mis movimientos y me tenía vigilada como a un preso. También la azotea había dejado de ser segura para mí.
Había dos cosas que asustaban a Flor: Carmen y la pieza del fondo. Cuando no la amenazaba con mandarla a la casa de Carmen para que la cocinara en su guiso, le decía que iba a encerrarla ahí.