Convirtiendo lo sublime en un principio, lo que intentamos es subrayar, en primer lugar, su carácter indeducible, originario y dominante. Efectivamente, lo sublime se ha invocado en un deseo de fundación y refundación y ha permitido contraponer históricamente la simplicidad a la grandilocuencia, la capacidad de inventar al academicismo, la abstracción a las actitudes miméticas13.