Esa imagen de mí entre comillas me satisfacía, y no solo superficialmente. Yo era la imagen de lo que no era, y esa imagen del no ser me colmaba por completo: uno de los modos más fuertes de ser es ser negativamente. Como no sabía yo lo que era, entonces «no ser» era mi acercamiento principal a la verdad: al menos, tenía el otro lado: al menos tenía el «no», tenía mi opuesto. No sabía cuál era mi bien, así que vivía con un cierto pre-fervor lo que era mi «mal».