Bocetos de natación

Pienso en amar la natación de la misma manera en que se ama a alguien. En cómo sucede un beso, gravitatorio. En el compromiso, el sacrificio y la ruptura. El corazón puede sufrir varios “casi pero no”, llegar unos segundos tarde

Pienso en por qué dejé de nadar, dejé Toronto, dejé Canadá. Sé que existen dos lados, dos vidas, las siento con nitidez; no la vida de deportista y la vida adulta sino la vida del cuerpo y la vida del corazón.

título que le puso Hirst a su obra de 1991 es extrañamente tierno: La imposibilidad física de la muerte en la mente de alguien vivo. Igual que Benchley, Hirst trata de circundar lo insoportable. Se trata de un tiburón que no se atreve a pronunciar su nombre: amor.

empiezo a pensar que mi fascinación está en proporción directa con mi preocupación por la idea del amor romántico, obsesivo, no correspondido, verdadero

Ahí mi mente es sólo una invitada. No anhelo tener un libro o una revista para pasar el tiempo.

que me sale bien? Se me ocurre que tal vez sería más feliz haciendo algo en lo que no soy buena.

¿Dónde quedaron mis endorfinas? Me voy llena de resentimiento, pensando: no puedo elegir qué cosas me salen bien, pero ¿eso significa que necesariamente tengo que hacer lo

Puede que haya empezado con mi padre, un liberal que intentaba abordar con creatividad los conflictos normales de la infancia.

Viéndolo saltar entre las olas comprendo que, para él, la vida no consiste en una serie de rigores y privaciones. La vida es disfrutable, lo importante no es cómo ganar sino cómo florecer; tanto en sentido literal como en sentido metafórico.

La mayor parte del tiempo siento un aburrimiento profundo, ese aburrimiento de ser pequeña y arreada, ese aburrimiento de los asientos traseros