El lobo estepario

Pude comprobar que Haller era un genio del sufrimiento, que él, en el sentido de muchos aforismos de Nietzsche, se había forjado dentro de sí una capacidad de sufrimiento ilimitada, genial, terrible.

desde sus ventanas oye vivir al mundo y a los hombres y se sabe excluido, pero no se mata,

Ausente, solitario y extraño, estaba sentado con una expresión fría, pero llena de preocupaciones, y mirando en el vacío.

grandes automóviles, que no cesaban de toser, de gruñir con mala intención y de hacer un ruido infernal, a incendiar por último las fábricas y barrer y despoblar un poco la tierra profanada, para que pudiera volver a salir la hierba y surgir otra vez del polvoriento m

En todas las estancias del gran edificio había fiebre de fiesta, en todos los salones se bailaba,

Sus últimas palabras las pronunció otra vez en voz muy queda, y luego hubo un silencio apacible en la estancia; el sol estaba en el ocaso y hacía brillar las letras doradas en el lomo de los muchos libros de mi biblioteca. Cogí en mis manos la cabeza de Armanda, la besé en la frente y puse fraternal su mejilla junto a la mía; así nos quedamos un momento. Así hubiera deseado quedarme y no salir aquel día a la calle

Sus últimas palabr

Saturado así de pensamientos y del eco de la música, con el corazón a

Respiramos cuando el profesor entró. También él me saludó c

Respiramos cuando el profesor entró. También él