Cómo Hacer Que Un Conde Se Arrodille

Sé que no soy el conde, quien era el que al principio debía arrodillarse, pero… ¿Quieres casarte conmigo?

Así que cásate conmigo. No porque quiera curarte de la enfermedad de la melancolía, para poder hacer mío tu cuerpo y explorar los confines de tu mente; cásate conmigo porque necesites salvarme de la soledad, la pena y el infierno tanto como yo te necesito a ti.

Dejaré que hagas conmigo lo que quieras, Abigail, porque te amo tanto que aunque este desenlace fuera inevitable, aunque debería acostumbrarme porque sé que nunca dejaré de hacerlo, aunque tendría que saber que ya no seré yo mismo si no lo hiciera, jamás podré hacerme a la idea de que pertenezco al ser más bello de la tierra. Te amo tanto que me das miedo y me asusta perderte de una manera que me asfixia, pero he descubierto que ni siquiera eso me aterra tanto como no tenerte a mi lado.

Estaba sudando por el calor imposible del incendio, y estaba a pesar de todo tan bonita que habría merecido la pena cruzar el Infierno sin zapatos para librarla de cualquier hecatombe.

, no querría hacerlo… No soportaría irme sin decirte que te quiero, colibrí. Te quiero tanto que lo único en lo que pude pensar mientras caía era… era en tus horrorosos vestidos, t-tu espalda rígida, el sonrojo tan característico de tu piel… Abigail, e-estoy… Estoy tan enamorado de ti que Dios no podría llevarme sin pedirte permiso antes, porque te pertenezco más de lo que me pertenezco a mí mismo

—C-cuando caía… Cuando caía, y-yo… Pensé que iba a morir. Y pensé que si tú eras lo último en lo que pensaba, si tú… Si me aferraba a ti antes de caer… Dios perdonaría todos mis pecados y me ayudaría a evadir el infierno.

Tú… me has salvado antes, colibrí. Antes de que me cayera… al agua. M-me salvaste apareciendo en mi salón.

Dorian tenía el poder, y luego, ella tenía el poder. Él se lo acababa de ceder, como diciéndole «puedes hacer conmigo lo que te plazca».

—Solo piensas en condes arrodillados, ¿eh, colibrí? Bueno, no importa —canturreó alegremente, levantándose y mirándola con fuego en los ojos—. Me consuela saber que yo por lo menos te he sonrojado entera al hacerlo.

Y para más inri, se sumió en toda aquella desagradable mezcla mientras observaba a Abigail a lo lejos, que se reía con sus amigas sin saber que a un pobre diablo le habría gustado nacer ángel para merecerla.

Pero Abigail acababa de mirarle de ese modo que él definitivamente no le había enseñado, sino que ella inventó a raíz de sus inspiraciones y cuyo matiz significaba la frágil sumisión de un corazón libre. Sentimiento suficiente para elevar a un hombre a la categoría de lo sublime, capaz de rescatarlo del pozo donde estaba sumido.