Adriana García Ancira encuentra una forma novedosa de narrar esta historia que une dos mundos a través de dos seres que hilan y deshilan lo que fue su relación y su rompimiento inesperado, tal vez hasta injusto. Y en ese camino las confidencias se tropiezan con botellas de vinos exquisitos, con la complicidad de un perro que es mejor escucha que el analista, y con la paciencia de un buen amigo que cecea, qué se le va a hacer, si así se habla en esa tierra; pero el destino no se puede hilar hasta haberlo alcanzado y Adriana maneja la tensión con buena pluma para que el lector apueste y hasta haga changuitos porque ella cambie de parecer, él se apure, ella lo olvide, él abra los ojos. Una novela que se puede disfrutar con un buen vino, la trama lo amerita.