Así es en todos lados –respondió–, si no sabías es porque no vives aquí, no te enteras de nada.
El reproche me molestó muchísimo, era una de las cosas que más me hacía enojar, que la gente me echara en cara que ya no sabía cómo eran las cosas en México, esa superioridad moral con la que me castigaban por haberme ido. Sin embargo, aunque viviera fuera hacía tanto tiempo, yo sí sabía cómo eran las cosas no solo en México, sino incluso en Lagos, me mantenía informado, estaba al día, seguro sabía más de la disputa entre los cárteles por el control del pueblo que quienes vivían ahí, que preferían no enterarse, no investigar, para no vivir aterrorizados. Pero no iba a ponerme a discutir en ese momento, había que apurarse, evitar que el Sinba entrara de vuelta.