La ciencia ficción no es literatura. Porque la ciencia ficción renuncia a los valores que curan el Museo de la Literatura (el estilo, la voz «propia», la innovación formal), en fuga hacia otras textualidades científico-técnicas. Su material de trabajo no dialoga con la perfecta biblioteca borgeana, inmaculada en su pureza, tan ordenada y previsible que, aunque infinita, ya comprende todas las permutaciones posibles, pasadas y futuras.