Dos días después ya estaban juntos en un banco de Paralelo, con el carrito enfrente, los dos fumando como tiritan los pájaros ateridos de frío o de miedo. Como kiwis, esos pájaros que no vuelan porque les pesa la médula ósea. Como albatros, que en el aire son majestuosos pero cuyas alas son demasiado grandes para caminar sobre la cubierta del barco, para tocar tierra. Como gorriones. Como personas dañadas. Hay gente herida que se hace más daño cuando se junta: su dolor se dobla. Otras lo comparten, lo trocean y se van comiendo las porciones. O, si no se las comen, las van partiendo tanto y dejándolas en los bordes del plato con tal disimulo que parece que no están. O se las dan a las palomas.
—Las palomas de Barcelona son grises porque la gente les da migas de problemas para comer —podría haber dicho Candela, de haber llegado a Barcelona y haber visto esta imagen