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Anthony Doerr

Ciudad de las nubes

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  • Ivanna Peñaloza Acevedofez uma citaçãohá 12 dias
    Yo —dice— soy Etón, un sencillo pastor de Arcadia, y…

    —No, no —dice el niño. Da golpecitos en la página con la mano.

    —La voz. Con la voz.

    Konstance pestañea; el planeta rota un grado más; más allá de su pequeño jardín, debajo de la aldea, un viento desdibuja las crestas de las olas. El niño levanta el dedo índice y señala la página. Konstance se aclara la garganta.

    —Y la historia que os voy a contar es tan disparatada, tan increíble, que no creeréis una sola palabra, y sin embargo —le toca la punta de la nariz al niño— es verdadera.
  • Ivanna Peñaloza Acevedofez uma citaçãohá 12 dias
    Para cuando cumplió diecisiete años se había convencido a sí mismo de que todos los humanos eran parásitos, cautivos de los dictados de la sociedad de consumo. Pero, mientras reconstruye la traducción de Zeno, Seymour se da cuenta de que la verdad es infinitamente más complicada, de que somos bellos a pesar de formar parte del problema, y de que ser parte del problema equivale a ser humano.
  • Ivanna Peñaloza Acevedofez uma citaçãohá 12 dias
    Cuando abre la puertecita la luz entra a raudales por el umbral en arco. Sobre el escenario, Marian está subida a una banqueta escalera pintando algo en las torres doradas y plateadas de su decorado. Zeno la mira bajar de la banqueta para examinar su trabajo, luego subir de nuevo, mojar el pincel y dibujar tres pájaros más volando alrededor de la torre. El olor a pintura fresca es intenso. Todo está en silencio.

    Tener ochenta y seis años y sentirse así.
  • Ivanna Peñaloza Acevedofez uma citaçãohá 12 dias
    Rachel aparta los ojos de la mesa, con la mirada perdida en un punto lejano.

    —Pues en mi ciudad de los cucos y las nubes —dice— llovería todas las noches. Habría árboles verdes que llegarían hasta el horizonte. Ríos grandes y frescos.
  • Ivanna Peñaloza Acevedofez uma citaçãohá 12 dias
    A veces las cosas que creemos perdidas solo están ocultas, esperando a ser redescubiertas.
  • Ivanna Peñaloza Acevedofez uma citaçãohá 12 dias
    «Háblanos, diosa, de la ira de Aquiles, hijo de Peleo».

    No lo bastante buena.

    «Habla, Calíope, de la indignación del pélida».

    Peor aún.

    «Cuéntale a las gentes, musa, por qué cojones estaba tan furioso Aquiles, el chaval de Peleo».
  • Ivanna Peñaloza Acevedofez uma citaçãohá 12 dias
    Se despierta en el sofá cama cuando es noche cerrada, agudamente consciente de que dos hombres comparten cama al otro lado de una puerta cerrada a dos metros de él. Cuando vuelve a despertarse, con la espalda dolorida por el desfase horario o por algo peor, un corazón roto, es por la tarde y Rex hace horas que se ha ido a dar clase.
  • Ivanna Peñaloza Acevedofez uma citaçãohá 12 dias
    —Caramba, caramba, Zeno Ninis. ¡Que me recojan con una pala quitanieves! Si no te conociera, diría que estás enamorado.
  • Ivanna Peñaloza Acevedofez uma citaçãohá 12 dias
    La noche engulle la última luz azul del día. En la luz de la lumbre los rostros de las mujeres reflejan ese sufrimiento secular que casi resulta sublime: como si siempre hubieran sospechado que las cosas terminarían así y estuvieran resignadas. Crisa lleva a Anna a la despensa y enciende una vela. Le da unas pocas tiras de esturión salado y una hogaza de pan negro envuelta en un paño.

    —Si hay una criatura —susurra Crisa— más despierta, dura y veloz que ellos, esa eres tú. Todavía te queda vida por delante. Márchate esta noche y enviaré plegarias a pisarte los talones.

    Anna oye a la viuda Teodora en la trascocina diciendo:

    —Dejamos nuestros cuerpos en este mundo para poder volar al próximo.
  • Ivanna Peñaloza Acevedofez uma citaçãohá 12 dias
    Con el ronzal y la soga en una mano, Omeir guía a Árbol por un paso de ganado hacia los matorrales a la orilla del Bósforo. En el resplandor de la luz de sol flotan recuerdos de Rayo de Luna cuando era un ternero. Le gustaba rascarse las costillas contra un pino en particular que había junto al establo. Le encantaba meterse en el arroyo hasta el vientre y mugía de placer. No se le daba muy bien jugar al escondite. Lo asustaban las abejas.
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