Las bodas de Cadmo y Harmonía

Ariadna fue encontrada por Dioniso en Naxos y desde entonces le siguió en sus hazañas, como amante y como soldado: cuando Dioniso atacó a Perseo en la tierra de Argos, Ariadna le seguía, armada, entre las filas de las locas Bacantes, hasta que Perseo agitó en el aire ante ella el rostro homicida de Medusa, y Ariadna fue petrificada. En el campo quedó sólo una piedra. Ninguna mujer, ninguna diosa tuvo tantas muertes como Ariadna. La piedra en la Argólide, la constelación en el cielo, la ahorcada, la muerta de parto, la doncella con el seno traspasado: todo esto es Ariadna.

Por una parte al amante se le permite todo, y se le perdona cualquier exceso. Sólo él puede ser perjuro sin que los dioses le castiguen, porque «no hay juramento en las cosas de Afrodita».

Queda sólo el exemplum de un amor capaz de redimir cualquier vergüenza y cualquier sufrimiento

Forma parte de la obra civilizadora del héroe suprimirse a sí mismo. Porque el héroe es monstruoso. Inmediatamente después de los monstruos, mueren los héroes.

Al igual que una espiral, la traición femenina se envuelve sobre sí misma, reniega continuamente de lo que le ha sido dado.

El gesto heroico de la mujer es la traición: su eficacia sobre los acontecimientos no es menor que la muerte de los monstruos

Io nos muestra el despertar de la mujer del largo sueño de una infancia jamás turbada, de una felicidad inconsciente, pero perfecta, al amor torturador, que será para siempre la voluptuosidad y la pena al mismo tiempo que su vida

Fuera del trazado de lo que está admitido, se halla el fuego.

El fuego del cielo cae sobre quien se dispone a salir del recinto de lo humano

Es como si la plenitud del cielo griego se resquebrajara aquí por capricho.