–¿Te vas a cambiar? –me pregunta.
–No, ma. No me voy a cambiar nunca más. Voy a vivir en pijama hasta el día que me muera.
No dice nada. Se marcha.
Papá entra a la sala.
–Estás viva, ¿eh? –No digo nada porque no me siento viva. Papá se sienta a mi lado–. ¿Me vas a decir qué te pasa?
No, claro que no.
–Sabes, si quieres sentirte bien, tienes que intentarlo. Tienes que esforzarte. Tu problema es que no lo intentas.
Lo intento. Lo intenté. Lo intento desde hace dieciséis años.