las mismas profesiones que dicen querer ayudarnos, desde los peligros de la sobremedicalización hasta la prescripción excesiva de medicamentos psiquiátricos, la creciente estigmatización, la discapacidad en aumento, la sobrevaloración de terapias ineficaces y unos pobres resultados clínicos. Pero —y esto es lo más significativo— también verán que estos problemas no surgieron de la nada, sino que han proliferado bajo el capitalismo de nuevo estilo que nos gobierna desde la década de 1980, un estilo que favorece una concepción particular sobre la salud mental y la intervención en este campo y que ha antepuesto las necesidades de la economía a las nuestras, mientras anestesiaba nuestra percepción de las raíces, a menudo psicosociales, de nuestro desespero. Como resultado, nos estamos convirtiendo rápidamente en un país sedado por intervenciones psicosanitarias que sobrevaloran muchísimo la ayuda que en verdad aportan y nos enseñan sutilmente a aceptar y soportar unas condiciones sociales y relacionales que nos perjudican y nos impiden progresar, en vez de rebelarnos y cuestionarlas