No me dio la impresión de que estuviese tan posesionada por la idea de la revolución… yo diría más bien que era una mujer enamorada. Le interesaba la poesía. Yo soy poeta, aunque me gano la vida como médico. Y recuerdo que hablamos de la Mistral, de Neruda, de Vallejo, de Darío. No era ninguna tonta tu mamá. Y, ¿sabes? —me miró con cierta ternura—, Rubén la quería. ¡Por Dios que la quería!