Sin evocar el mar, las montañas, los cielos, la noche o el crepúsculo, ¿cómo podríamos describir la belleza de los árboles? Me refiero no solo al árbol del bosque, que es uno de los elementos más poderosos de la tierra y, quizá, la fuente principal de nuestros instintos y nuestro sentimiento del universo, sino al árbol en sí mismo, el árbol solitario cuya verde belleza está cargada de un millar de estaciones