—No, Ezmia, jamás seré como tú —replicó—. Porque preferiría no tener nada y poseer un gran corazón a ser dueña de todo y no tener ninguno.
Todo quedó en silencio en el coliseo. El cabello de Ezmia flotaba sobre su cabeza fuera de control.
—¡Auch! ¿Necesitas hielo para el golpe, Ezmia? —gritó Conner.