Antes de que pudiera acobardarme, añadí—: ¿No hay un beso para darme suerte? Ya es una especie de tradición, ¿no?
Temí que me diera un puñetazo. Pero lo que hizo fue sacar su cuchillo y mirar al ejército de monstruos.
—Regresa vivo, sesos de alga. Entonces veremos