El dolor se ha vuelto insoportable y ya no sé dónde buscar refugio. No he sabido qué hacer con el dolor. Me acostumbré a no creerle pero ahí está, lo escucho con todo el cuerpo. En mi ecosistema interno de estares el dolor es un animal al que todavía no le entiendo, con el que todavía no sé cómo relacionarme. Exagerada, exagerada, exagerada. Siento que lo conozco bien y al mismo tiempo no lo conozco nada, siempre llega viéndose nuevo, llega de diferentes tamaños, a veces cocodrilo, a veces danta, a veces ciempiés, a veces colonia de hormigas. Llega con ojos distintos, de perro, de pájaro, de araña. A veces llega con ojos en las alas. Llega con voces distintas, de polilla, de árbol, de mono aullador, de espanto. Lo siento también solitario y triste, tengo miedo de mirarlo y que se encariñe conmigo y se me pegue para siempre. Tengo miedo de mirarlo y enfurecerlo. Creo que me dice que llore, pero no sé si es una trampa