También creía que, en realidad, a los mineros no les importaba mucho su propia vida: «El mundo de trabajadores que entraba y salía me veía con extrañeza, como preguntándose: ¿Acaso vale la pena que la muerte de unos cuantos hombres haga venir desde México a un periodista?». A José Linares, el minero que no salió hasta el final porque estuvo sacando a sus compañeros de uno de los niveles más profundos, el reportero le veía la boca y los rasgos y ese vistazo le bastaba para saber lo que sentía: «Sonríe constantemente y siente tal indiferencia por la vida como la que expresara en el banco del tormento nuestro ancestro Cuauhtémoc. Y se parece a éste». Ah. Es que era indio. Por eso el periodista podía afirmar categóricamente que su vida no valía nada, ni para él mismo.