Se le pierde el miedo a nuestro ineludible fin. Edith se quejaba a menudo de que nuestro sistema educativo está mal diseñado al respecto. «Deberían enseñarnos a morir mejor», se quejaba. «Eso sí sería realmente útil. Más que el cálculo y la geometría diferencial». Porque claro, ¿de qué sirve la aritmética o la buena sintaxis si uno no sabe nada sobre el arte de morir? Ese conocimiento, le parecía, debiera ser el mayor aprendizaje en la vida: cómo morir mejor.