El Beso Del Arcángel

—Palabras sombrías y una expresión agobiada—... intenté ser lo que mi padre quería que fuera. Intenté rechazar mi naturaleza de cazadora. Y eso me mató un poco cada día.

No. Los recuerdos de las atrocidades de Uram llenaron su mente.

—Háblame de Erotique.

Illium enarcó una ceja al oír el nombre de ese club exclusivo de Manhattan frecuentado por vampiros.

—¿Estás pensando en cambiar de trabajo?

—Razón o emoción —le dijo a Elena mientras ella volvía a meter la daga en su funda tras una complicada serie de movimientos—. ¿Qué elegirías?
Ella lo miró por encima del hombro con una sonrisilla.
—No es tan sencillo. La razón sin emoción es a menudo una máscara de la crueldad; la emoción sin razón permite a la gente excusar todo tipo de excesos.

Si se lo preguntaras, te diría que todo es una cuestión de poder, de política, pero lo cierto es que lo hace solo por diversión

Ahora que sé que voy a lanzarme al vacío, de repente me parece mucho más profundo.

Tengo amigos humanos. Hablan de amor y odio, pero me pregunto si de verdad conocen esas emociones.

«Hay algunos humanos —uno de cada quinientos mil, quizá— que nos convierten en algo diferente a lo que somos. Las barreras caen, los fuegos se encienden y las mentes se mezclan.»

No te atrevas a pedirme que deje de ser lo que soy. No te atrevas. —Había algo antiguo en esas palabras, en esa furia. Algo que parecía haber envejecido con ella.

Sí —convino—. Mi corazón es tuyo.

La satisfacción brilló en los ojos masculinos.

—Pero nada más.