Con Paisaje de otoño, Leonardo Padura cierra brillantemente la serie de cuatro novelas protagonizadas por el teniente investigador Conde, a quien ya conocíamos desde la anterior entrega, Máscaras, y que ahora, a punto de cumplir treinta y seis años, intuye que está cerrándose una etapa de su vida y que se aproxima el momento de tomar decisiones quizás irrevocables. Una noche de otoño, unos pescadores descubren un cadáver en la playa del Chivo, en La Habana. La víctima, Miguel Forcade Mier, ha sido asesinada con una saña brutal, casi inexplicable. Este crimen removerá una antigua trama de corrupciones y viejas ambiciones frustradas, ya que, en efecto, en los años sesenta Forcade había dirigido oficialmente las expropiaciones de bienes artísticos requisados a la burguesía tras la Revolución. Pero, después de acumular poder, influencia y, seguramente, no pocas envidias y resentimientos, en 1978 Forcade decide, sin motivo aparente, sumarse al exilio de Miami. Sin embargo, poco antes de su asesinato, había vuelto misteriosamente a Cuba, casi como si hubiera querido recuperar algo muy valioso y cuya existencia sólo él conocía… Como ya hiciera en Máscaras, Leonardo Padura vuelve a explorar los innumerables recursos del género negro: así, a medida que avanza una azarosa investigación repleta de pistas, equívocos y sospechas más o menos fundadas, el autor recrea la crónica de una generación -la suya y la del Conde-, obligada a preguntarse con creciente inquietud qué fue de tantos ideales. Y tampoco falta el magistral retrato de una Habana caótica y entrañable, luminosa y a la vez llena de secretos, muy parecida a los personajes que pueblan esta singular historia de tesoros escondidos y amores no del todo dichosos.