Unos días atrás, vos habías roto un vaso de vidrio contra la pared haciéndolo estallar en mil pedazos que habían caído sobre la alfombra marrón. Habíamos dejado de pelear para limpiarlos y ahí, por primera vez, había sentido, mirando los vidrios rotos que parecían pedazos de hielo, que no valía la pena seguir con vos.