La llegada del cometa

Pero luego también se dijo: «Mamá sabrá qué hacer.»

— Muchísimas gracias — dijo— , pero acabo de darme cuenta de lo peligroso que es acumular cosas.

— No hay tiempo para bailar cuando el mundo está a punto de perecer — dijo Snork.

— Sí hay, sólo que, si vamos a hacerlo, ¡tiene que ser ya! —

— En primer lugar, me nombro a mí mismo presidente y secretario de esta reunión. ¿Alguien tiene algo que objetar?

¿Os he salvado? — dijo el señor Hemul, sorprendido— . Pues desde luego no era mi intención.

— ¡Un volcán! ¡La montaña que escupe fuego! — gritó Sniff— . ¿Y qué hiciste?

— Nada. Sólo mirar — dijo Snufkin— . El espectáculo era tan bonito... Vi un torrente de espíritus de fuego que brotaban de la Tierra y volaban por ahí como si fueran chispas. Al final, no pude soportar el calor ni el humo y tuve que marcharme.

— Lo sé, todo se complica cuando uno quiere apropiarse de las cosas —

Mientras contemplaba aquel desolador paisaje, pensó que la Tierra debía de estar aterrorizada viendo acercarse la bola de fuego. Pensó en lo muchísimo que amaba todo: el bosque y el mar, la lluvia y el viento, el sol, la hierba y el musgo, y que sería imposible vivir sin ellos.

— Es un lugar donde uno se siente completamente seguro — explicó el troll— . Eres feliz al despertar y también al acostarte. Es fácil quedarte dormido. Hay un árbol al que es sencillo trepar donde voy a construir una cabaña, y un rincón secreto que ya te enseñaré. Mamá ha puesto conchas alrededor de las flores y en la terraza siempre da el sol. Huele bien y tenemos nuestro propio puente, que ha hecho mi padre y que podemos cruzar con una carretilla. También he descubierto que hay mar, y resulta que una parte de él es nuestra...

Sniff suspiró. «De pronto tengo hambre — se dijo— . ¡Es increíble! Estoy tan feliz que me he olvidado por completo de comer.»