Cartas escritas en Suecia, Noruega y Dinamarca

un ejercicio literario altamente experimental, en el que combina modalidades conocidas de la literatura de viajes con nuevas técnicas de exploración de la subjetividad a través de la escritura.

Wollstone­craft especula sobre temas como el progreso, el estado de las naciones, así como las determinaciones económicas y sociales que inciden sobre los espacios geográficos por los que transita con la mirada desprendida y serena de quien los evalúa “objetivamente” desde la distancia.

Con la imagen de la cascada, Mary Wollstonecraft da cuenta de su proceso de pensamiento y de la relación que guardan experiencia, sensibilidad, naturaleza y mundo con la mente humana.

En ésta, como en otras cartas, somos cómplices de procesos internos y externos que Wollstonecraft trata de capturar, ordenar y comprender a través del lenguaje.

Todos los habitantes de la capital pertenecen a un mismo género y, para advertir la variedad de las especies, debemos buscar en los lugares donde las personas habiten tan separadas unas de otras que permitan que las diferencias del clima surtan sus efectos naturales.

Pero con respecto a los habitantes del campo, cuando mi ingenio se hastía de los falsos modales, busco consuelo al unir las ventajas de una vida culta con la interesante sinceridad de la inocencia y olvido la languidez que engendra de manera tan natural la ignorancia.

Incluso la belleza del mundo natural me resulta más atractiva ahora que en mi juventud, porque mi interacción con el mundo se formó sin que se viciara mi sentido del gusto.

Y encuentro tanto placer en amar a mis semejantes y encontrarme con estos afectos sinceros cuando se manifiestan. Sin embargo, mi buen amigo, empiezo a pensar que no me gustaría vivir por siempre en el campo, con gente tan estrecha de mente y de miras.

Estoy sola, hasta que por alguna suerte de compasiva emoción involuntaria –similar a la atracción o la adhesión– siento que aún soy parte de un poderoso todo del cual no puedo separarme.

Mis sentimientos temblaban al borde del éxtasis, y la agonía afilaba las sensacio-nes de forma que me hacía sentir más viva que de costumbre.