—Tengo una idea increíble que me gustaría discutir —susurra junto a mi oreja, y luego me muerde el lóbulo.
—¿Ahora? —Me chasqueo y agarro su polla—. La única discusión que va a haber en este momento es entre tu polla y mi coño.
El brazo de Sergei me rodea por la cintura y nos hace rodar hasta que queda debajo de mí, con mi cuerpo extendido sobre su pecho. Me coloco a horcajadas sobre él, colocándome por encima de su dura longitud, y bajo lentamente mi cuerpo hasta que lo absorbo por completo.
—¿Qué te parece hacerte un tatuaje? —pregunta, agarrando mis nalgas.
—No lo haré —exclamo mientras lo cabalgo.
—Puede ser uno pequeño. —Me aprieta el culo y me levanta, sujetándome por encima de su polla—. Te enseñaré a disparar un rifle de francotirador a cambio.
Sus ojos azul pálido me observan con un brillo travieso. Alargo la mano y le acaricio la mandíbula con el dedo—. ¿Y qué quieres que me tatúe, maníaco?
Los labios de Sergei se ensanchan en una sonrisa, y al instante siguiente me hace caer sobre su polla. Jadeo y me muerdo el labio inferior cuando empieza a penetrarme.
—Nada especial —dice acelerando el ritmo—, solo un par de palabras.
Echo la cabeza hacia atrás y disfruto de la sensación de su embestida desde abajo. Las manos de Sergei se deslizan bajo mi camiseta y suben para estrujar mis pechos. Lo miro y recorro con mis manos sus brazos, sintiendo cómo sus músculos se tensan bajo las yemas de mis dedos—. ¿Qué palabras?
Sergei sonríe. Dios mío, es tan hermoso. Espero no volver a ver esa mirada vacía en sus ojos. Vuelve a penetrarme, y grito al correrme, pero sigo moviendo las caderas, disfrutando del orgasmo hasta que me desplomo sobre su pecho. Lleva sus manos a mis caderas para sujetarme mientras sigue penetrándome a un ritmo endiablado. Tras unas cuantas embestidas más, se libera.
Cruzo los brazos sobre su pecho y apoyo la barbilla en las manos, observándolo. Tiene los ojos cerrados y la respiración agitada. No ha respondido a mi pregunta, pero adoro la absoluta felicidad que veo en su rostro.
—¿Qué palabras quieres que me tatúe, Sergei?
Abre un ojo.
—¿Importa?
—Claro que importa. —Frunzo la nariz ante él y sacudo la cabeza.
—Estaba pensando en algo parecido a Prinadlezhit Sergeyu Belovu. —Vuelve a cerrar el ojo—. En la parte baja de la espalda. ¿Qué te parece?
Me quedo boquiabierta, pero una vez superado el shock, suelto.
—No me vas a marcar como tu posesión.