Lem, quien escribió la mayor parte de su obra, precisamente, durante ese régimen, entre la caseta de verduras y la de carnes, entre peticiones para recibir un lavarropas y peleas por conseguir repuestos. Sin eso no comprenderemos, por ejemplo, los cuentos del piloto Pirx (sobre todo “Ananke”, que traslada a Marte la realidad típica de las investigaciones socialistas), o la compleja relación entre intelectuales y gobierno que aparece en La voz de su amo, sobre todo en los cuentos del profesor Dońda.
Pero precisamente mis condicionamientos de la República Popular de Polonia hacen que sienta desconfianza hacia descripciones tan entusiastas de la Segunda República, como el citado fragmento de El castillo alto.