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Clarice Lispector

Aprendiendo a vivir

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  • Nash Lmfez uma citaçãohá 5 anos
    Dije una vez que escribir es una maldición. No recuerdo exactamente por qué lo dije, y con sinceridad. Hoy repito: es una maldición, pero una maldición que salva
  • Salma S. Larafez uma citaçãohá 6 anos
    Solo puedo decir una cosa a mi favor: nunca he herido a propósito. Y también me duele cuando me doy cuenta de que he herido. Pero tengo tantos defectos. Soy inquieta, celosa, áspera, desesperanzada. Aunque tengo amor dentro de mí. Pero no sé usarlo: a veces parece unas garras. Si he recibido tanto amor en mi interior y sigo inquieta e infeliz, es porque necesito que Dios venga. Que venga antes de que sea demasiado tarde.
  • Valeria Manzanofez uma citaçãohá 2 anos
    no sacrifiques el día de hoy por el de mañana. Si te sientes infeliz ahora, toma alguna medida ahora, porque solo existes en la secuencia de los ahoras
  • Marce Amparánfez uma citaçãohá 3 anos
    ¿Qué soy entonces? Soy una persona que tiene un corazón que a veces comprende, soy una persona que ha pretendido poner en palabras un mundo ininteligible y un mundo impalpable. Una persona cuyo corazón late de alegría ligerísima sobre todo cuando consigue decir en una frase algo sobre la vida humana o animal.
  • Ana Osoriofez uma citaçãohá 3 anos
    el arte no es pureza, es purificación, el arte no es libertad, es liberación.
  • Marisol Cidfez uma citaçãohá 4 anos
    El ritmo de las plantas es pausado: crecen con paciencia y con amor.
  • lucindagarzazfez uma citaçãohá 4 anos
    Con perdón de la palabra, soy un misterio para mí.
  • Amy Hernándezfez uma citaçãohá 4 anos
    quien alcanza un alto nivel de abstracción está en la frontera de la locura.
  • laura margarita poveda alvarezfez uma citaçãohá 6 anos
    Desencuentro

    Yo te doy pan y prefieres oro. Te doy oro pero tu hambre legítima es de pan.
  • Andy garciafez uma citaçãomês passado
    Mi padre creía que cada año había que hacer una cura de baños de mar. Y nunca fui tan feliz como en aquellas temporadas de baños en Olinda, Recife.
    Mi padre también creía que el baño de mar saludable era el que se tomaba antes de la salida del sol. ¿Cómo explicar lo que yo sentía como un regalo inaudito, salir de casa de madrugada y coger el tranvía vacío que nos llevaría a Olinda todavía en la oscuridad?
    Por la noche me acostaba, pero el corazón se mantenía despierto, expectante. Y de puro alborozo me despertaba a las cuatro y pico de la madrugada y despertaba al resto de la familia. Nos vestíamos deprisa y salíamos en ayunas. Porque mi padre creía que tenía que ser así: en ayunas.
    Salíamos a la calle oscura, recibiendo la brisa que precedía a la madrugada. Y esperábamos el tranvía. Hasta que a lo lejos oíamos su ruido acercándose. Yo me sentaba en el extremo de un asiento, y empezaba mi felicidad. Atravesar la ciudad oscura me daba algo que nunca volvería a tener. En el mismo tranvía el día clareaba y una luz trémula de sol escondido nos bañaba y bañaba el mundo.
    Yo lo miraba todo: la escasa gente en la calle, el paso por el campo con sus animales: «¡Mira, un cerdo de verdad!», grité una vez, y la frase deslumbrada se convirtió en una de las bromas de mi familia, que de vez en cuando me decía riendo: «Mira, un cerdo de verdad».
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