Bajar es lo peor

Esto es lo que siento, exactamente, pensó: como si se me hubiera caído un espejo en una calle llena de gente. Todos pasan y patean los pedazos y yo quiero juntarlos, pero es al pedo y, sin embargo, no puedo dejar de buscarlos porque de eso depende lo poco de cerebro que me queda, si me queda algo.

Estoy enloqueciendo. Me da miedo salir a la calle, no quiero mirar por la ventana porque me parece que me voy a caer. Decime qué hago»

reanudar el circuito pico-vino-bar, no quería hacer cosas para dejar de pensar.

noche se termina cuando uno quiere», había dicho, mientras preparaba otra raya sobre la espalda de Narval, que se estremecía con el roce de la gillette.

Porque Facundo seducía a todos, y también controlaba a todos. Eso exasperaba a Narval; a pesar de que nunca nadie lo había hecho sentir mejor, le molestaba que Facundo fuera tan mecánico;

Pero sólo porque disfrutaba haciendo gozar, sólo porque disfrutaba siendo el mejor de todos. Su intensidad era gélida

Ella se acostó en el piso abierta de piernas, se levantó la pollera y empezó a masturbarse.

Narval los había bautizado Ella y los Otros, para ponerles un nombre. No sabía de dónde habían salido ni por qué estaban detrás de él: una tarde, la ciudad se había vuelto negra, como si de golpe se hubiera hecho de noche,

estaba roto desde hacía tiempo y nunca se acordaba hasta que quería escuchar música.

La cucharita le temblaba en la mano, la impaciencia no le dejaba cargar la jeringa. Rio satisfecho cuando lo logró.