Se acercó y sacó algo del bolsillo, pero mantuvo la mano baja. Ella no pudo ver lo que era.
—Cuando Jacob sea liberado, y espero que eso ocurra hoy, probablemente querrá volver a San Francisco, a su prestigioso trabajo en el FBI y al glamur de la vida en la gran ciudad.
Asintió. No era algo en lo que hubiera estado pensando. Miró a Elliot, pero su expresión era impenetrable.
—No puedo competir con eso —continuó el sheriff—, pero que me aspen si no lo intento. —Abrió el objeto que sostenía y dejó al descubierto una estrella dorada sujeta a un soporte de cuero negro de dos caras—. Espero que acepte quedarse y ser detective aquí, en Mount Chester, por un tercio de la paga del FBI y nada del glamur.
Con los ojos muy abiertos, miró fijamente al sheriff durante un momento, luego alargó la mano, cogió la estrella de siete puntas y pasó la yema de un dedo por el brillante metal.
—Dejaré que lo piense —dijo Logan, luego se llevó dos dedos al ala del sombrero en un rápido saludo y se alejó.
—Bueno, detective —dijo Elliot, sonriendo.
Estaba radiante, tan emocionado ante la idea de que ella se quedara que la hizo sonreír.
—Todavía no —respondió ella—. Tengo que pensar en esto. Pero estoy lista para terminar aquí y subirme a un todoterreno que me lleve a la casa de Nick, donde dejé mi coche. Estoy muerta de cansancio, y creo que todas las preguntas ya han sido respondidas.
—Todas menos una —dijo, mostrándole una foto en su teléfono—. El cuchillo de tu padre.
Su corazón dejó de latir un instante.