El ideal de este contrato es claro: los Escópadas mantienen a Simónides en la tierra, y él los mantiene en la memoria. Un intercambio de vida por vida. Garantizar la continuidad de lo mortal a través de lo inmortal. Podrías pensar en lo delicado de valuar semejante mercancía. Cicerón nos brinda una imagen más realista de cómo Escopas aborda el tema:
Un día Simónides cenaba en Cranón de Tesalia, en casa del rico y noble Escopas. Había compuesto un canto en honor de éste y añadido sobrados ornamentos en uso sobre Cástor y Pólux. Entonces Escopas declaró mezquinamente que sólo le pagaría la mitad de la cantidad acordada por el canto: que los dioses a los que tanto había halagado deberían pagar el resto. Acto seguido, informaron a Simónides que dos jóvenes pedían hablar con él en la puerta principal para tratar un asunto urgente. Se levantó y salió, pero no encontró a nadie. Entretanto, el techo de la habitación donde Escopas estaba cenando se desplomó, acabando con su vida y la de sus amistades. Cuando los familiares de éstos quisieron darles sepultura, les resultó imposible reconocer los restos. Pero cuentan que, recordando el lugar exacto de cada comensal en la mesa, Simónides supo identificar a todos para darles sepultura. Esto le hizo advertir que es, ante todo, el orden lo que trae luz a la memoria… Estoy agradecido a Simónides de Ceos que inventó así (según cuentan) el arte de la memoria.62
Las alegorías estremecen la anécdota de principio a fin, pero especialmente cuando Cicerón dice: «Estoy agradecido» (gratiam habeo). La palabra que usa para gratitud es gratia (χάρις en griego, «gracia» en castellano). Tomémosla como referencia del fondo de gracia que fluye entre el poeta y su mundo. La acción salvífica de Simónides –tanto el acto particular de recordar ciertos nombres como el don más amplio del ars memoriae para el mundo– es un paradigma de lo que el poeta hace frente al vacío. Podríamos decir que lo piensa y lo agradece (para retomar un fragmento del discurso pronunciado por Paul Celan en Bremen), pues se trata del inicio de un momento de valor inestimable. Escopas no lo entendió y redujo a la mitad el sueldo de Simónides, como para insistir en que el acto poético tiene un equivalente exacto en dinero. Podemos interpretar el desplome del techo y la presencia de los Dióscuros en la puerta como una medida de desaprobación divina. La alegoría adquiere aquí un giro burlón, pues los Dióscuros son dioses que saben mejor que cualquiera el costo de dividir las cosas en dos.
De acuerdo con el mito, Cástor y Pólux son hermanos (uno mortal, otro inmortal) que no soportaron que la muerte los separara, y dividieron en dos una sola eternidad, pues, escindidos siempre, el día que vive uno, el otro muere. Según Homero: «Ahora viven alternadamente». Mortalidad e inmortalidad siguen conviviendo en ellos, articuladas por una extraña distribución de gracia. El poeta también es una suerte de bisagra. Mediante cantos de alabanza, organiza una continuidad entre vida mortal e inmortal para alguien como Escopas. Si bien éste piensa que le está pagando a Simónides un cierto precio por determinado número de palabras, el poeta adquiere una memoria que pervivirá mucho más allá de todas ellas. Él será uno de los que no se pierden. La gratitud encuentra su sitio.
Gratitud y memoria van de la mano, moral y filológicamente. En su discurso de Bremen, Paul Celan vincula etimológicamente la memoria con el pensamiento y el agradecimiento:
Denken und Danken sind in unserer Sprache Worte ein und desselben Ursprungs. Wer ihrem Sinn folgt, begibt sich in den Bedeutungsbereich von: «gedenken», «eingedenk sein», «Andenken», «Andacht».
[Pensar y agradecer son, en nuestra lengua,63 palabras que tienen uno y el mismo origen. Quien quiera ir tras su sentido se moverá en el campo semántico de palabras como «recordar», «tener en mente», «memoria», «devoción».]64