El rechazo crítico de Hegel por parte de Levinas encuentra su mejor expresión en el título de su primera gran obra: Totalidad e infinitud. Para Levinas, la «totalidad» hegeliana representa el Orden de Cosas orgánicamente jerárquico y armonioso, en el que cada casa tiene el lugar que le corresponde, mientras que el encuentro con el rostro del Otro representa la intrusión de una Alteridad infinita absolutamente heterogénea, que desbarata ese orden inmanente y equilibrado. Ahora bien, ¿es realmente la totalidad hegeliana ese Todo omniabarcador que «media» y, por tanto, incorpora toda otredad, toda trascendencia? En la alternativa entre la totalidad como Todo orgánico y la infinitud como intrusión singular de la Alteridad radical, ¿no falta un tercer elemento, a saber, el espacio de la comunidad igualitaria, más destructivo aún del Todo orgánico-jerárquico que cualquier Alteridad singular? Dicho de otro modo, lo que la oposición levinasiana entre totalidad e infinitud, Mismidad y Alteridad, deja fuera es la universalidad singular, el acceso a la universalidad de un elemento singular que elude el orden jerárquico de la particularidad.