Novecientos noventa y nueve

treinta y cinco pesos —agregó el editor con seriedad.
Me debatí entre regresar el libro, reírme o decirles que lo usaría como prueba y por ley podía quedármelo. Opté por pagarlo, ya era mucha la mala fama que teníamos los agentes de la Fiscalía.

—Se llama Cástulo Aceves —respondió Antonio dubitativo.
Ah nombrecito, pensé pero no dije nada; llamarse Nepomuceno me prohibía burlarme de cualquiera.

te regalo uno de mis poemarios, para que encuentres algo que me refunda en el bote.
Lo recibí con desconfianza y salí de allí. ¿Qué tenían los poetas que hasta a un policía investigando un asesinato le regalaban sus libros

arrestada un par de veces por provocar desorden público en algún recinto cultural, en los tiempos en que era miembro activo de los Real Visceralistas; también por faltas a la moral y las buenas costumbres, desnudándose en una plaza pública tres décadas atrás, como parte de un acto de protesta.

casa de María Font estaba rodeada de una barda sobre la cual lucía una cerca electrificada. Apenas me presenté en el interfono, ella abrió remotamente y me indicó que entrara.

libro rojo con la foto de unos sujetos vestidos como gansters caminando por la playa. En la primera hoja estaba una dedicatoria firmada por Arturo Belano: «Para Patricio Valenzuela, perro romántico egresado de la universidad desconocida».

Sin habérselo pedido, puso en mi mano un poemario de su autoría. No quise decirle que yo nunca leía poesía.

—¿Qué son: una guerrilla urbana, un grupo anarquista?
—Peor —dijo dando un suspiro—: son un movimiento vanguardista.

—Ya sabe, los poetas novatos se sienten chicos malos, beatniks de sangre pesada. Algunos me han gritado fuera de los salones donde doy clases, me han abucheado en lecturas de poesía públicas, al momento de las preguntas hacen comentarios donde no me bajan de ignorante. Alguno incluso me ha retado a una pelea.

José Aranza, es un poeta local bastante problemático.