Durante otro mes se celebraron nuevas elecciones y luego, como seguía sin haber una mayoría, se eliminó a la oposición con una ráfaga de decretos. Pocas semanas más duró la resistencia del Parlamento a darle a Hitler, con los necesarios dos tercios de los votos, plenos poderes, hurtando así toda capacidad de decisión a los diputados que habían avalado dicha medida.