La historia trágica del amor de dos adolescentes, Mahmud y Ayaz, se cuenta en este extenso poema con una intensidad que, no solo recupera los destellos del deseo, las trampas del miedo y de la prohibición, sino el poder de ensalmo de la poesía. El ensalmador se planta ante nosotros y cada vez que recita, los convoca, no para que regresen, sino para que no olvidemos que fue también necesario nuestro silencio. Ensalmo que también tiene en su interior la cura de una herida que enfrentamos como humanidad, para que la belleza revelada en el poema nos convierta también en oración. Porque así, no los olvidamos…